Vistas de página en total

Mostrando entradas con la etiqueta máscara. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta máscara. Mostrar todas las entradas

domingo, 6 de mayo de 2012

El dormir de un bebe

Stephano se colocó delante. De sus ropas sacó dos pequeñas dagas. Una se la dió a Ella y la otra se la quedó el. No sabía en que momento las había cogido, pero tampoco la importaba. El llanto del niño llenaba todos sus sentidos y la llenaba de verdadero pavor.  Era un llanto desgarrador. Stephano la indicó mediante gestos que se encargase de rescatar al niño, mientras él intentaba deshacerse de todos los demás. Fue una situación tensa. Ella nunca había tenido una daga en la mano. Nunca había hecho daño a nadie, pero debía salvar a aquella pobre criatura y para ello haría todo lo que fuese necesario.
Stephano se fue directamente al epicentro del círculo de personas. De repente todo fue un caos de gritos y lloros. No estaba bromeando. En aquel momento no le importaba si eran mujeres u hombres.
Ella corrió rápido hacia el niño. Lo arrebató con facilidad de las manos de la mujer que lo portaba. No puso demasiada resistencia. Empezó a correr tan rápido como sus piernas se lo permitieron. No fue fácil para ella. A sus espaldas dejaba a Stephano. Oía sus gritos a lo lejos. La lucha que mantenía con aquellos extraños. Sus zapatos rojos la llevaron lejos muy lejos. El niño había dejado de llorar por agotamiento. Estaba totalmente desnutrido y pálido. Caminó mucho. Perdió la noción del tiempo. No llegó al palacio hasta el anochecer totalmente agotada. El camino fue duro. Largo. Pero no la importaba, lo único que quería poner a salvo era a aquel niño.
A pesar de su deteriorado aspecto los guardias la dejaron pasar sin ningún problema. Cuando llegó a sus aposentos, enseguida mando llamar a la doncella.
-Necesito una nodriza urgente para este niño y un baño, no me importa la hora que sea- ordenó Ella.
Tenía miedo por aquel precioso bebe de ojos azules. También tenía miedo por Stephano. Su indomable caballero italiano. Se sentó inquieta. ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Miró sus zapatos apartados en un lado de la cama. Era el único recuerdo que tenía de su vida anterior. Añoraba la calma de aquellos días. El pasear al lado del río. Miró con ternura al bebe. Estaba profundamente dormido.

sábado, 9 de julio de 2011

El sirviente

No sabía cuanto tiempo llevaba sentada en la cama sin hacer nada, cuando se durmió otra vez. Soñó cosas extrañas, con castillos antiguos y luego con escenas del Fantasma de la Ópera. Se despertó sobresaltada, las imágenes que había visto eran demasiado reales, y no entendía muy bien su significado. La última vez que vio la película fue hace años.
De repente oyó un ruido en la puerta. Se giró asustada, alguien estaba abriendo el pomo de la puerta. Se asomó un hombre de pequeña estatura. Llevaba una máscara blanca que le tapaba media cara. Era inquietante mirarle. Con un gesto me invitó a que le siguiese. Me levanté de la cama y me acerqué a él.  Caminamos por unos largos pasillos. Había demasiada oscuridad, no veía muy bien por donde iba.
Entré en un gran comedor y el hombre me acompañó hasta la mesa. Me acercó una silla y me senté. Tenía una enorme rosa roja enfrente de mí.

martes, 24 de mayo de 2011

Unos ojos

Cuando entró en el vestíbulo dos elegantes muchachos vestidos de esmoquin la esperaban. Con una sonrisa la acompañaron a una gran sala llena de máscaras venecianas.
-Bella dama, debe elegir una antes de entrar por favor-  la pidió amablemente el muchacho. 
Ella estaba indecisa y apretó su bolso contra el pecho de la excitación. Después de unos minutos, escogió una de color dorado desgastado. Se la colocó y se dispuso a entrar.
 Se quedó atónita al entrar en una enorme sala llena de rosas y ámbar por todas partes. Los hombres iban vestidos de negro con camisa blanca, y las mujeres llevaban vestidos de colores. Todas las caras estaban medio cubiertas, que junto con la suave luz, hacía que todo pareciese misterioso y fascinante.
Ella caminó silenciosa, simplemente observaba, hasta que unos ojos se cruzaron en su camino. Unos ojos negros profundos que desnudaron su alma en un instante. Intentó avanzar para encontrarlos. Dio un paso, dos pasos, se giró, volvió a avanzar. Al instante aliviada los vio, la observaban detenidamente. Y tan veloces como el revoloteo de una mariposa otra vez desaparecieron. ¿Qué era lo que estaba pasando? se preguntó confusa.