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lunes, 17 de octubre de 2011

Llegada a palacio

Se cayó otro mechón de pelo en su cara. Stephano se dio cuenta otra vez. La cara de Ella ya estaba totalmente cubierta. Debía quitárselos de encima, tampoco quería que se ahogase o algo así. No sabía muy bien como funcionaba el cuerpo de una mujer, pero seguramente tener la cara cubierta aunque fuese con su propio pelo no era bueno. "Mujeres.. la sencillez de lo complejo" pensó para sus adentros. Tan fácil conquistarlas, y tan difícil de verlas interesantes para más de un mes. Con alguna había tenido una relación incluso de un año, pero había sido demasiado sencillo, vivían en polos opuestos del país. No se veían mucho, entonces no había habido problemas Por lo menos, esa había sido siempre su tónica. Esta vez sentía que era diferente y eso le asustaba.
Le apartó el primer mechón de los ojos. Parecía tan inocente dormida. La apartó un segundo mechón. ¿Acaso había maldad en aquella mujer?, ¿era posible ser tan bella?, había conocido a muchas mujeres guapas, pero eran eso, guapas. Ella al contrario era bella. Por primera vez en su vida se dio cuenta de la diferencia entre aquellas dos palabras. Con mucho cuidado se agachó. Se acercó a sus labios. Prestó atención. Seguía dormida, no habría peligro. Cerró los ojos y la besó. Fue tierno y delicado, como el beso de un niño inocente. Enseguida se apartó. Lo sintió demasiado puro, como si hubiese profanado algo sagrado.
El carruaje dio varios saltos. Parecía que ya estaban llegando a su destino. Ella se despertó. Miró a su alrededor extrañada, había tenido un sueño de lo más raro. No recordaba exactamente que era, pero estaba inquieta. Miró a Stephano, no la hizo ni el más mínimo caso. Su mirada ausente se perdía en el horizonte del paisaje verde.
-He pensado en un plan- la dijo de repente.
-¿A sí?- contestó educadamente Ella.
- Debemos adentrarnos en el palacio, saber sus entresijos, encontrar el engranaje perfecto para nuestra historia, para comprender que hacemos aquí y averiguar también donde está Ágata-
¿Y cómo lo vamos a hacer?- quiso saber Ella.
-Te harás pasar por una noble europea, todavía no se cómo lo haremos, pero lo tenemos que conseguir- dijo firmemente Stephano. Y dicho esto, saltó del carruaje y lo paró. Pagó el dinero acordado al cochero y la hizo descender a Ella también. Se adentraron en los jardines de Versailles. Tan bonitos como lo recordaba. Escondidos entre los setos iban avanzando. Deberían hacerse con un séquito, pero no tendrían tiempo para tanto. Después de mucho pensar, decidieron que tendrían que tomarlo prestado todo. ¿Acaso no es el sueño de toda niña vestirse como una princesa? se preguntó Ella a sí misma. Sonrió. Sabía que todo lo que les quedaba por delante era peligroso, sobre todo si les descubrían, pero por lo menos intentaría buscarle su lado bonito y romántico. ¿Cómo era posible que su destino estuviese tan enrevesado?. 

jueves, 29 de septiembre de 2011

Viajar por los pensamientos

No respiró tranquila hasta que no salió por la puerta. En cuanto la cerró a sus espaldas, las lágrimas corrieron un triatlón en sus mejillas. No estaba acostumbrada a ese tipo de violencia. Tenía toda la falda rota, por no hablar de su corsé. Intentó taparse como pudo y salió corriendo. No la importaba mucho hacia dónde se dirigía. Tan solo quería volver a la calidez de su hogar. Las aventuras no eran para ella. ¿Por qué había sido elegida para esta misión?. No tenía aptitudes. No tenía conocimientos de aquella época. ¿Era acaso un castigo?. Estaba sumida en un torrente de pensamientos negativos.
No paró hasta que no se quedó sin aliento. Ni siquiera veía bien, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Tan irritados que hasta la escocían. En aquel momento se acordó de su primer amor. Fue un desastre, pero a pesar de ello la hizo sonreír. Después en su mente apareció la imagen de Stephano. Tenía que encontrarlo. El debía cuidarme. No podía ser tan egoísta como para dejarla sola allí. Las imágenes volaron por su cabeza. Intentó serenarse. Miró a su alrededor. Aquella zona la era conocida. Avanzó un poco más. Se encontró en su jardín de tulipanes. Le dio un vuelco el corazón. Era lo que necesitaba. Algo conocido que la diese energías para seguir adelante. Respiró fuertemente y caminó con energía. La quedaba un largo camino hasta llegar a los jardines de Luxemburgo, pero ahora tenía el optimismo que necesitaba. ¿Debía luchar por aquello en lo que creía?, sí, definitivamente la respuesta era afirmativa, ¿pero en que creía? eso ya era mucho más complicado de contestar. ¿Eran sus valores los correctos? ¿Debía ser egoísta y pensar en su propio beneficio?, ¿quizás buscar la huida fácil?, ¿sacrificarse por un bien mayor que su propia vida? millones de preguntas asaltaron su cabeza. El camino era demasiado silencioso. Escuchaba con demasiada claridad las conversaciones de su mente. Sus manos estaban ocupadas, intentaba taparse como podía. En cambio, su mente estaba demasiado libre para viajar por el mundo de los pensamientos. Estaba sobrada de preguntas, pero escasa de respuestas. Aquel camino se la iba a hacer más duro de lo que pensaba.  Los ecos de su mente hablaban. Los pasos de sus pies susurraban. Sentía como se estaba volviendo loca a cada minuto que pasaba. Necesitaba de la seguridad de Stephano.

martes, 27 de septiembre de 2011

Casa de los placeres ocultos

De repente los segundos se hicieron horas.  Los hombres la estaban contemplando. Dijeron unas palabras entre sí que Ella no entendía. Sus sonrisas eran inquietantes y sus ojos desprendían fuego malicioso. Intentó soltarse pero no podía. Aquellas manos mugrientas la agarraban con fuerza. Una de las manos se acercó a su pecho. Ella se esperaba lo peor. La dieron arcadas cuando los dedos del hombre rozaron su piel. 
La rompieron todo el corsé y la estaban empezando a subir la falda. Ella sintió como todo su mundo se venía abajo. No tenían ningún tipo de respeto hacia ella. La veían como una mujer de compañía más. Intentó luchar con todas sus fuerzas, pero los tres hombres eran más fuertes que ella. Las lágrimas inundaban sus ojos. Les suplicó, pero ellos ya ni siquiera escuchaban. Estaban demasiado ocupados admirando lo que tenían enfrente. Los comentarios rudos de como se encontraban de calientes eran espinas para los oídos de Ella. Después empezaron a discutir quién sería el primero, mientras se aflojaban los pantalones. Ella se estaba volviendo loca. Para ella era la mayor de las torturas. Justo en el momento en el que se decidieron los turnos, una segunda mujer apareció. 
- Vamos caballeros, ¿los tres para una sola dama?- les replicó, colocándose entre Ella y los hombres. 
- Quita puta- dijo uno de ellos borracho y violento. 
- En vez de alguien experimentado como yo, ¿os aprovecháis de una pobre desgraciada? - comenzó a decir y a juguetear con ellos- Necesitáis una mujer, no una niña que no sabe lo que es el placer- 
- ¿Qué me ofreces? - dijo el segundo hombre bajándose los pantalones - ¿la pondrás contenta?- señaló a su miembro. 
- Estáis en la casa de los placeres ocultos mi señor- contestó la mujer agachándose. 
El hombre empezó a gritar de placer. Lo que llamó la atención de otros clientes. Una segunda mujer se acercó y se desquitó el vestido. Los otros dos hombres se abalanzaron sobre ella. Uno se colocó delante y otro detrás. La primera mujer aprovechó el momento para hacer un gesto con la mano a Ella.  Se levantó y se puso de espaldas al hombre. Ella se lo agradeció con la mirada. ¿Por qué la había ayudado aquella mujer?. Se apoyó contra la pared y empezó a moverse sigilosamente. No quería llamar la atención. Tenía que llegar a la puerta cuanto antes. 

sábado, 24 de septiembre de 2011

En el burdel

No quedaban lejos el conglomerado de calles. Procuró acelerar el paso. No quería quedarse atrás y dejarse atrapar por aquellos hombres. No quería ni pensar lo que le habrían hecho a Ágata.  Ahora debía salvar su vida para avisar a los demás y luego pensaría que podía hacer.  Se adentró en las calles oscuras. Después de mucho correr parece que había conseguido su objetivo. Despistó a los hombres. Se paró e intentó recuperar el aliento. Apoyó su cuerpo entero en una pared. Lo sentía dolorido y molesto. Cerró los ojos y se relajó. Intentó imaginarse situaciones positivas de su pasado para no caer en la tristeza.
Escuchó unos pasos a lo lejos. Su momento de equilibrio personal había acabado. ¿Por qué la perseguían?. No sabía donde esconderse, la calle que tenía enfrente era demasiado despejada. Repentinamente una puerta se abrió. De ella salió música a mucho volumen y un griterío alegre. Una sonrisa apareció en la  cara de Ella. Parecía que había encontrado algún tipo de taberna. Era perfecta para poder esconderse. Allí no la buscarían. Con pasos apresurados sus zapatos rojos la llevaron hacia la puerta. Sin siquiera mirar dentro se adentró y cerró tras de sí. Cuando se dio la vuelta los ojos se la abrieron como platos. Se había adentrado en un burdel. Por un momento se quedó paralizada. No sabía si quedarse allí o salir fuera y seguir huyendo de los hombres. ¿Qué situación era más peligrosa?, No se consideraba una monja, pero ver lo que había allí la escandalizó. En una mesa cercana, se estaban montando literalmente una orgía. Definitivamente se dio la vuelta dispuesta a salir. No quería formar parte de aquello. Justo en el momento que iba a darse la vuelta un hombre la cogió por la espalda.
- ¿Dónde vas bonita?- la preguntó- date la vuelta para mi que a ti todavía no te he probado- y un fuerte brazo la dio la vuelta y la golpeó fuertemente contra una pared. Se quedó un poco aturdida, pero en cuanto focalizó bien su vista se estremeció. Un hombre lleno de mugre y con los dientes negros la estaba desnudando con la mirada. Se escandalizó e intentó quitárselo de encima.  Gritó pidiendo ayuda, pero en vez de eso otros dos hombres igual de repugnantes que el primero se acercaron a Ella. ¿Qué podía hacer?, la entró pánico.
-Vaya, vaya, esta es nueva, jamás la he visto por aquí- masculló el segundo hombre con una sonrisa repulsiva. La cogió de un brazo y la inmovilizó. Con la otra mano sacó un cuchillo pequeño y la rajó todo el corsé. Ella intentó luchar para liberarse. Los hombres encontraron aquella lucha muy divertida y excitante. El tercer hombre se acercó a ella y comenzó a manosear el corsé hasta dejarlo abierto de par en par. Ella estaba aterrada. Su pecho estaba al descubierto y aquellos hombres la miraban con lascivia salvaje.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Corriendo hacia la puerta

Eran momentos de desesperación. Ahora tenían a cuatro guardias corriendo detrás de ellas. Los invitados se quedaron tan sorprendidos que ni se movieron. Cuando se les pasó el susto algunos empezaron a aplaudir. Quizás pensasen que seguía siendo parte de la función. Mientras tanto, Ella estaba al borde de un ataque de nervios.  La estaban pisando los talones y la puerta seguía estando muy lejos. O sucedía un milagro o las atraparían. No quería ni pensar lo que podría pasar en ese caso. La mazmorra en la que estuvo probablemente la parecería un cuento de hadas.
Los segundos pasaban y su situación empeoraba. Ella intentaba mirar a los lados, pero no había otra alternativa. Repentinamente Ágata se tropezó. Cayó de bruces al suelo. Ella mantuvo el equilibrio porque dio un salto. Se dio la vuelta para ayudarla.
-Corre, sálvate, si nos cogen a las dos no tendremos ninguna opción- gritó Ágata.
Ella se quedó sin saber que hacer. Miró a su compañera. Quería ayudarla pero volvió a gritarla otra vez lo mismo. Con todo su pesar siguió corriendo hacia la puerta. Los guardias se entretuvieron con la caída de Ágata. Ella pudo alcanzar la puerta. Miró una última vez atrás y salió de allí. Se encontró en una gran sala. Estaba decorada con un gusto impecable. Intentó despertar de aquel sueño momentáneo.  Buscó una ventana. La distancia hasta abajo era mayor de lo que esperaba. Tenía que saltar. Abrió la ventana con mucha dificultad. Saltó con dificultad. Fue a parar a unos matorrales que amortiguaron la caída. Salió corriendo hacia la oscuridad. Escuchó gritos detrás de ella.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Cambios de vestuario

La mujer cogió la piedra de Ella y la acercó a las suyas. Las dejó a poca distancia y se alejó. Esperó pacientemente. Pocos minutos después un destelló apareció en una de las piedras. Esta se empezó a mover hacia la otra. Cuando se juntaron, una nueva chispa surgió. En la piedra de Ella se produjo una pequeña rotura. En la piedra de la mujer creció un fino saliente. Las dos se entrelazaron y se produjo un gran estallido de luz. Inundó toda la estancia y cegó a los presentes.
- Las piedras se han reconocido, eso es buena señal. Ahora somos hermanas de la misma causa- sonrió la mujer mirando hacia Ella- por cierto, mi nombre es Ágata. Con paso acelerado salió un momento de la habitación.
-¿Tú entiendes algo?-preguntó Ella a Stephano, el cual negó con la cabeza.
Sin tiempo para más, Ágata regresó con una gran caja entre manos. La abrió y sacó un vestido igual que el suyo. Lo puso encima de mesa. Hizo salir al hombre de la cicatriz. Cuando salió, se quedaron los tres en silencio.
-Hay ciertos rumores en palacio- empezó a hablar Ágata- hasta ahora no le daba mucha importancia. Tu visita, ha cambiado mucho las cosas- respiró profundamente- eres la mensajera. El problema es que no sabes que mensaje tenías que transportar-.
Se quedó pensativa. Stephano y Ella seguían callados. ¿Acaso era verdad que habían llegado a otra época para solventar un problema?, ¿ese era el destino turbulento que la esperaba a Ella?. Por un momento pasaron por su mente momentos de lo que consideraba su transición. Cuando aquella mujer extraña le dio las piedras, el pequeño hombre que la avisó para que tuviese cuidado. Las cosas parecían tener más concordancia. Cogió el vestido y entró en otra habitación para ponérselo. Tenía demasiadas capas, y un corsé ajustado. Tuvo que pedir ayuda a Ágata. No tenía muy claro que la esperaba, pero no tenía otra opción.  Cuando salió Stephano comenzó a mirar al suelo. Ella sonrió, la gustaba aquella sensación. Se recogió el pelo, y se adentró en el nuevo siglo.
Cuando estuvieron listos salieron de aquella casa. Llegaron hasta la orilla del río Sena. Esta vez, no podían atravesar la ciudad de forma subterránea. Los vestidos eran demasiado elaborados y unos disfraces perfectos para pasar desapercibidos. No podían arriesgarse a estropearlos.
Tuvieron que esperar mucho hasta que llegó un carruaje. Ágata se estaba empezando a poner nerviosa. Miraba constantemente al cielo y decía que se estaba haciendo tarde. En cuanto subieron al carruaje, le dio una bolsa de monedas al cochero para que fuese lo más deprisa posible. Supieron que estaban cerca de su destino cuando un griterío inundó sus oídos.
-Vamos, tenemos que bajar o nos perderemos la ejecución- dijo Ágata con naturalidad.
-¿Qué? - preguntó Ella con el terror dibujado en los ojos. Miró a su alrededor, estaba en una Plaza de la Bastilla a rebosar. En el centro, una gran plataforma de madera con una persona en el centro. Tenía la cabeza cubierta por una  tela negra. Una lágrima resbaló por la mejilla de Ella.