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martes, 23 de agosto de 2011

La senda de los tatuajes

-Ya es hora de que salgamos de aquí mi señor- le dijo una voz a Stephano. Aquello le hizo sobresaltar y darse la vuelta enseguida. Sus ojos se abrieron como platos, allí estaba Ella. Su voz sonaba diferente, y el color de su pelo era más oscuro, pero tenía que ser ella.
-Te he estado buscando, ¿que te ha pasado?- la preguntó cogiéndola del brazo con fuerza.
-Vuestra amiga necesita ayuda. No soy la persona que buscáis, pero debemos darnos prisa. Mañana por la mañana la quieren quemar en la plaza pública- aclaró la mujer.
-No entiendo nada, ¿donde estoy?, ¿quién eres tú?- pero no había tiempo para más explicaciones. Terminó de ponerse la ropa que tenía encima de la cama y salió corriendo detrás de aquella mujer. Bajaron deprisa unas escaleras secundarias y entraron en otro pasillo. La mujer se levantó el vestido para no arrastrarlo por el suelo y así poder correr mejor. Al igual que Ella, llevaba unos zapatos rojos. Stephano se quedó boquiabierto. Intentó poner sus pensamientos en orden. Algo importante estaba sucediendo y él no era capaz de comprender nada. Algo reclamó su atención e inconscientemente giró su cabeza hacia abajo. Miró el tobillo de la joven. Sus ojos se agrandaron hasta el infinito, allí había un pequeño tatuaje. Era idéntico que el que tenía Ella en la espalda.
Salieron al exterior. La majestuosidad del Louvre le dejó atónito,pero no tenía tiempo para admirarlo. Cruzó el río Sena y se adentró en un laberinto de calles. Todas eran muy estrechas y mal olientes. El calor del día anterior hacía mella en la putrefacción de los alimentos. Un hombre con un tatuaje se cruzó conmigo, después otro y más tarde uno nuevo. Sus caras estaban demacradas. No estaba acostumbrado a aquel tipo de paisaje. Intentó ocultar su rosto detrás de su brazo para no mostrar su repulsión. ¿Dónde le llevaba aquella mujer?.

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