Las piedras que estaban incrustadas relucían con un brillo cegador. Todo la invitaba a avanzar hacia allí. Se acercó hasta el límite. Intentó frenar, pero algo se lo impedía. Metió una mano dentro del círculo, después metió la otra. Y en menos de un minuto estaba entera dentro del círculo. En ese momento escuchó un ruido. La puerta de salida se abrió bruscamente y Stephano entró corriendo. La estaba gritando algo, pero Ella ya no le escuchaba. Estaba concentrada en un suave canto que salía de la puerta circular. Se adentró más. Aquel canto la relajaba hasta límites insospechados.
Repentinamente el canto cesó y notó como su cuerpo explotaba en mil pedazos. Se dividió en millones de partículas que empezaron a chocar entre sí. Se estaban volviendo locas, igual que ella. Aunque en aquel momento Ella ya no existía, tan solo quedaban aquellas partículas y su esencia.
Por un momento se paró todo. Fueron tan solo unos segundos porque enseguida aquellas partículas se empezaron a adentrar más y más en la puerta circular. La sensación allí dentro empezó a ser agobiante. Atravesaba masas de diferentes colores a una velocidad supersónica. Empezó sentirse mareada. Aunque su cuerpo se hubiese descompuesto, su esencia seguía viva y entera.