Los cánticos cada vez eran más fuertes y con un tono más grave. El fuego se empezó a avivar. Un denso humo empezó a inundar toda la estancia. Cuando toda la estancia estuvo sumida en humo, el fuego se apagó repentinamente. Los cánticos también cesaron. Poco a poco algunos miembros se empezaron a acercar donde estaban las cenizas consumidas y empezaron a cantar una nueva melodía. Las voces eran dulces, eran mujeres todas las que cantaban. Ella se asomó para ver un poco más y notó un cierto pesar. ¿A qué se debía esa sensación?, se preguntó a si misma.
Cuando las mujeres volvieron otra vez a su posición inicial, el humo empezó a cambiar de color para pasar a ser rojo. Ella se quedó inquieta, se dio cuenta como los ojos negros la estaban observando desde la lejanía. Se puso muy nerviosa, pero ya no podía volver atrás. Se había adentrado demasiado en aquella cueva y seguramente que sí se movía, todos notarían su presencia.
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