Mientras tenía un debate interior, sintió una ráfaga de aire en su nuca.
Se dio la vuelta nerviosa. Se quedó totalmente paralizada. Ninguno de sus músculos respondían. Ante ella tenía al hombre de los ojos negros. Se quitó la capucha de la cabeza y llevaba el pelo suelto. Sus grandes rizos caían por sus hombros como una cascada salvaje. Pero sus ojos no se podían apartar de aquellos ojos negros. Remarcados con khol negro, parecían incluso más intensos. La estudiaban atentamente. Ella estaba ruborizada. Sus mejillas se habían encendido. Intentaba bajar la mirada por vergüenza, pero era incapaz. Estaba hipnotizada. Sus labios rojos se volvieron brillantes.
-No deberías estar aquí- salió una voz grave de su boca.
- Lo siento- se disculpó Ella, sin más fuerzas para seguir hablando.

-Lo siento por esto- le dijo el, y la clavó una pequeña aguja en el brazo. Ella se quedó inmóvil y cayó en sus brazos profundamente dormida.
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