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martes, 9 de agosto de 2011

Prisionera

Sintió un suelo húmedo y frío bajo su cuerpo. Intentó levantarse, pero su cuerpo estaba totalmente dolorido. Intentó por lo menos sentarse. Cerró los ojos y se mordió el labio. Notó como una huesuda mano intentaba tocar su brazo. Se asustó, no la gustaba ese sitio. Era húmedo, oscuro y sucio.  Se recostó sobre la pared. Escuchó unos pequeños pasos, intentó no imaginarse nada. La sola idea de que hubiese ratas, la hizo tener náuseas.
Pasados unos minutos, la mano huesuda se acercó nuevamente a su brazo. Esta vez Ella no se dio cuenta a tiempo y la mano entera se puso encima de su hombro. Pegó un grito que retumbó entre las paredes. Miró a su derecha y vio la cara demacrada de una anciana. Estaba llena de arrugas y con moho en la cabeza.  Una nueva tanda de náuseas recorrió su cuerpo.
-Demasiado bonita para estar aquí- dijo la anciana con una voz muy ronca. Parecía cansada y deprimida. Me daban escalofríos solo de mirarla.  No la contesté. Quería evitar su mirada.  En aquel momento la puerta se abrió y apareció el guardia.
-Tienes un día para pensar en tus pecados, mañana al alba acabaremos con el sufrimiento de tu alma- y acto seguido cerró la puerta.
¿Qué pecados? ¿Qué sufrimiento?, no entendía nada. Estaba en una situación que no entendía. Tan solo tenía preguntas y estaba encerrada en una mazmorra.

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