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sábado, 27 de agosto de 2011

Pasadizos a oscuras

Se encontró con la mujer bajando las escaleras. Sintió un alivio repentino. Bajaba con un hombre. Era muy grande y con una apariencia muy fiera. Cuando le dio la luz en la cara, las cicatrices aparecieron en su cara.   Unos ojos fríos y calculadores se detuvieron en Stephano.
-Debemos pagarle una buena cantidad, pero ha aceptado el trato- le informó la mujer.
-¿Qué trato?, ¿por qué tenemos que pagarle?, no entiendo nada- replicó Stephano.
-No tengo tiempo para explicaciones ahora, Ella está en las mazmorras y debemos liberarla antes de que la ejecuten- contestó bajando las escaleras a toda prisa y perdiéndose entre la multitud de la calle.
A Stephano se le heló la sangre y se quedó paralizado. Pensar que Ella podría estar en peligro hacía que sintiese una desesperación en su interior. Era algo superior a sus fuerzas. Cuando realmente fue consciente de la magnitud de la situación, un volcán estalló en su interior. La furia se apoderó de él. Reaccionó rápido y salió corriendo a la calle. No quería perder de vista a la mujer. Tenían que salvar a Ella.
Esta vez caminaron por calles muy estrechas. En alguna ocasión, los edificios estaban tan juntos que tenían que voltearse para poder pasar entremedias. El escaso espacio dificultaba mucho el avance. No había manera de ver el final. Los pasos que tenían que dar cada vez eran más pequeños por las poblaciones de roedores que corrían de un lado hacia otro. Aquella zona de París debían ser los suburbios más grandes de la época. Repentinamente la mujer se paró por completo y se agachó. Abrió una puerta en el suelo. Estaba tan bien oculta que Stephano se sobresaltó cuando vio un agujero salido de la nada. Con mucha agilidad, la mujer saltó dentro. El hombre de las cicatrices la siguió, y a Stephano no le quedó más remedio que hacer lo mismo. ¿Hacia dónde le estaban llevando?. Cada vez entendía menos la situación a su alrededor.
Cuando saltó, notó como bajo sus pies crujieron multitud de huesos. Muy a su pesar unas náuseas muy molestas poblaron todo su ser. Intentó ignorarlas y se adentró en el túnel que tenía enfrente. Estaba iluminado con muy pocas antorchas, así que apenas se veía. Estuvo corriendo mucho tiempo, no sabía cuanto. Fácilmente podrían ser horas, estaba totalmente agotado y la humedad le estaba calando los huesos. Nada le importaba, su voluntad era inquebrantable. Todo por Ella.

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