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viernes, 27 de mayo de 2011

La sala imperial

Cuando abrió la puerta un destello de luz la cegó. Cerró los ojos inmediatamente, pero en ese instante sintió como alguien la rozaba el brazo. Los abrió alarmada, pero no vio a nadie. ¿Había sido su imaginación?, apretó su pequeño bolso con fuerza y decidió entrar.
Se quedó sin palabras, ante ella se encontraba la gran sala de ámbar. Su majestuosidad era indescriptible. No solo las paredes estaban cubiertas por esta piedra, también había muebles y cajitas. Para crear un ambiente imperial, la sala estaba iluminada estratégicamente con velas para potenciar el brillo.
Al adentrarse un poco más se dio cuenta que había paneles sueltos de ámbar, colocados por todas partes. Se acercó a uno y vio una sombra a su derecha, giró rápidamente y ahora la sombra estaba a su izquierda, volvió a girar rápidamente, y el bolso se le cayó al suelo. Fue a recogerlo y se encontró con que el cuarzo rosa se le había partido en dos mitades. Asustada intentó buscar el trozo perdido, pero no tuvo suerte. Cuando se levantó una ráfaga de aire apagó todas las velas y la puerta se cerró bruscamente. ¿Estaba en peligro?
Ella se quedó totalmente a oscuras, no sabía por donde estaba el camino de vuelta. Se acercó lentamente a una de las paredes y empezó a tantearla para encontrar el camino de vuelta.  Al poco se tropezó con algo y oyó un pequeño ruido. Una luz en el techo se encendió y un pequeño pergamino apareció ante sus ojos.

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