Por fin, al final del día, se sentó en su gran sillón de cuero y sacó el mapa. Cogió una lupa de un cajón y se puso a mirar detenidamente. Encontró varios símbolos que le llamaron la atención. Uno de ellos era el ojo negro, el mismo que había al final de la nota que había recibido con las flores. Los demás, seguía sin reconocerlos. También había algo escrito en el pergamino, pero no llegaba a comprender el idioma. Era una escritura muy rítmica y elaborada.
Estuvo observando el mapa unos minutos más, mientras que en una pequeña libreta negra apuntaba y dibujaba los diferentes símbolos. Cuando terminó, abrió internet y empezó a buscar.
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