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jueves, 15 de septiembre de 2011

El contenido de la carta

Sacó el papel rojo del sobre. El sello real se representaba en todo su esplendor. Cuando lo miró fijamente se dio cuenta de que era una carta. No entendía muy bien lo que ponía. Los trazos de la letra eran tan elaborados que resultaba complicado leerlo. Empezaba como una carta de amor, para después convertirse en un relato de conspiraciones varias.
Hablaba del amor que alguien de la realeza procesaba a una campesina. Después algunos intentos fallidos de envenenamientos. Por último la traición del clero. Había palabras que daban a entender la gran ambición que tenían algunos miembros en hacerse con el poder no solo de la iglesia francesa, sino de influir en las decisiones del rey. Era todo una telaraña de malos propósitos y frases a medio decir. Parecía que las intrigas palaciegas estaban a la orden del día en lo que a problemas se refería.
Cuando estaba acabando la carta una ráfaga de viento agitó su pelo. Se dio la vuelta, era imposible que en una cueva existiese viento. Miró por todos lados pero nada la llamó la atención. Sin soltar aquella carta buscó a la anciana y a su ayudante. No estaban allí. Aprovechó para acercarse a Stephano. Yacía inmóvil en el diván. Se agachó para mirarle más de cerca. ¿Por qué no se despertaba?.
-Aguanta mi niño-  le dijo con dulzura acercándose a su pecho para escuchar su respiración- podremos con esto juntos, ya lo verás- apartó los rizos rebeldes de su cara, pero él no se movió.
Se quedó a su lado, mientras se sumía en un profundo sueño. Su mente se relajó y la hormona de la felicidad buscó un hueco en su mente para liberarse. Bailes de máscaras venecianas pasaron por su mente, una mirada misteriosa de ojos negros que la perseguía. Imágenes agradables la hicieron relajar todos sus músculos por primera vez en todo aquel viaje. Pero cuando estaba en la cúspide de su felicidad todo cambió. Los asistentes al baile perdieron sus máscaras. La angustia invadió su cuerpo. En vez de humanos, hienas aparecieron ante ella. Salió corriendo por un pasillo largo, pero los animales la siguieron. Cuando miró atrás vio que pronto la alcanzarían. Instó a sus zapatos rojos a que corriesen a más velocidad. Repentinamente apareció una puerta ante ella. La abrió con fuerza y se abalanzó dentro. Con las prisas no se dio cuenta de que delante de ella había un gran agujero. Se precipitó en una caída sin límites. En aquel momento se despertó sobresaltada. Stephano tenía convulsiones. Estaba empeorando. Buscó a la anciana. La llamó a gritos. Apareció minutos después y la gritó que había hecho. ¿Qué estaba sucediendo?, intentó no ponerse histérica. Se concentró en la carta nuevamente.

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