Miró los frascos que tenia a cada lado. Algunos tenían animales en su interior, otros tenían frutos secos nadando e incluso algunos tenían trozos de raíces. Ruidos cercanos la devolvieron al mundo real. El hombre jorobado acercó a Stephano. Lo dejó en un diván cercano. Ella se acercó corriendo, pero la anciana la adelantó por un paso y se lo impidió. La empujó hacia la mesa y empezó a correr de un lado a otro. Abrió varios de los tarros y se untó las manos con ellos. Luego le aplicó esos ungüentos a Stephano. En pocas palabras me dijo que su sangre estaba envenenada. Algo extraño tenía aquel perro que le mordió. Ella esta muy asustada.
Se acercó a Ágata, pero ésta no la hizo caso. Miró los papeles que había encima de la mesa. La llamó la atención una pequeña esquina que sobresalía por un lado. Era papel rojo, y se encontraba debajo del todo. Cuando lo sacó se quedó con la boca abierta. Era el mismo tipo de papel que llevó a aquel anticuario de Montmartre. En una de las esquinas, aparecía el símbolo del ojo. Le dio la vuelta, allí encontró un mapa. Se lo enseñó a Ágata. Lo cogió con entusiasmo y empezó a estudiarlo. Dado que la dio la espalda, Ella se distrajo con los demás papeles. Todos estaban escritos en latín.
Se zambulló en aquella mesa. Intentaba estar distraída para no pensar en Stephano. Le miró, seguía sin dar señales de vida. ¿Por qué le importaba tanto ese hombre?, sacudió la cabeza. Volvió a concentrarse en la mesa. Un sobre caído la llamó la atención. Estaba a cierta distancia de donde se encontraba ella. Se acercó a cogerlo. Era de color verde, ¿otra coincidencia? se preguntó a sí misma. Sacó una nueva hoja roja. Esta vez vio un sello real al lado del dibujo del ojo negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario