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sábado, 24 de septiembre de 2011

En el burdel

No quedaban lejos el conglomerado de calles. Procuró acelerar el paso. No quería quedarse atrás y dejarse atrapar por aquellos hombres. No quería ni pensar lo que le habrían hecho a Ágata.  Ahora debía salvar su vida para avisar a los demás y luego pensaría que podía hacer.  Se adentró en las calles oscuras. Después de mucho correr parece que había conseguido su objetivo. Despistó a los hombres. Se paró e intentó recuperar el aliento. Apoyó su cuerpo entero en una pared. Lo sentía dolorido y molesto. Cerró los ojos y se relajó. Intentó imaginarse situaciones positivas de su pasado para no caer en la tristeza.
Escuchó unos pasos a lo lejos. Su momento de equilibrio personal había acabado. ¿Por qué la perseguían?. No sabía donde esconderse, la calle que tenía enfrente era demasiado despejada. Repentinamente una puerta se abrió. De ella salió música a mucho volumen y un griterío alegre. Una sonrisa apareció en la  cara de Ella. Parecía que había encontrado algún tipo de taberna. Era perfecta para poder esconderse. Allí no la buscarían. Con pasos apresurados sus zapatos rojos la llevaron hacia la puerta. Sin siquiera mirar dentro se adentró y cerró tras de sí. Cuando se dio la vuelta los ojos se la abrieron como platos. Se había adentrado en un burdel. Por un momento se quedó paralizada. No sabía si quedarse allí o salir fuera y seguir huyendo de los hombres. ¿Qué situación era más peligrosa?, No se consideraba una monja, pero ver lo que había allí la escandalizó. En una mesa cercana, se estaban montando literalmente una orgía. Definitivamente se dio la vuelta dispuesta a salir. No quería formar parte de aquello. Justo en el momento que iba a darse la vuelta un hombre la cogió por la espalda.
- ¿Dónde vas bonita?- la preguntó- date la vuelta para mi que a ti todavía no te he probado- y un fuerte brazo la dio la vuelta y la golpeó fuertemente contra una pared. Se quedó un poco aturdida, pero en cuanto focalizó bien su vista se estremeció. Un hombre lleno de mugre y con los dientes negros la estaba desnudando con la mirada. Se escandalizó e intentó quitárselo de encima.  Gritó pidiendo ayuda, pero en vez de eso otros dos hombres igual de repugnantes que el primero se acercaron a Ella. ¿Qué podía hacer?, la entró pánico.
-Vaya, vaya, esta es nueva, jamás la he visto por aquí- masculló el segundo hombre con una sonrisa repulsiva. La cogió de un brazo y la inmovilizó. Con la otra mano sacó un cuchillo pequeño y la rajó todo el corsé. Ella intentó luchar para liberarse. Los hombres encontraron aquella lucha muy divertida y excitante. El tercer hombre se acercó a ella y comenzó a manosear el corsé hasta dejarlo abierto de par en par. Ella estaba aterrada. Su pecho estaba al descubierto y aquellos hombres la miraban con lascivia salvaje.

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