Con paso firme siguió caminando por la cueva. Los espacios eran cada vez más estrechos y complicados. Había humedades por todos lados y eso dificultaba su avance. Pero no se rindió. Ella era fuerte, y sobre todo cabezota.
Después de interminables minutos empezó a divisar el final del pasillo. No quedaba muy lejos, pero había muchas estalactitas y estalagmitas así que tenía que avanzar con más cuidado que antes. Se llevó algunos golpes pero no la importó. ¿Acaso estaba poniendo su vida en peligro?. Sus zapatos rojos la instaban a seguir adelante.
Cuando al fin llegó al final, una pequeña sala apareció ante ella. Estaba iluminada con antorchas de varios tamaños. Todas eran diferentes, pero tenían símbolos similares. Se acercó más, para poder estudiarlos y ante su sorpresa, todos eran símbolos celtas. ¿Qué significaba eso? pensó extrañada.
Justo cuando estaba examinando la última antorcha, a sus oídos llegó un suave cántico.
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