Instintivamente se pegó a la pared y empezó a caminar más despacio todavía. Un extraño presentimiento la decía que no era un buen lugar y que se tenía que ir a casa. Cuando se acercó lo suficiente pudo ver el origen de aquellas luces. Observó unas sombras que se alumbraban el camino con candelabros. Agudizó más la vista. Parecían personas vestidas con largas capas negras y con una gran capucha negra en la cabeza. Todos iban igual y se adentraban en las ruinas en fila. Nadie hablaba. Solo se oían sus fuertes pisadas. Ella esperó pacientemente hasta que el último entró en el interior del convento.
Miró a todos lados, pero no vio ningún movimiento. Empezó a andar rápidamente hacia el lugar donde habían desaparecido aquellos extraños. Se adentró en el convento. Avanzaba poco a poco, escondiéndose entre las columnas para no ser descubiertas.
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