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lunes, 6 de junio de 2011

Mensajero

Como el hombre tardaba demasiado en venir se sentó en un pequeño taburete de madera de cerezo. Desde su posición privilegiada veía toda la sala, así que empezó a contemplar cada uno de los objetos. Por fin, pasadas dos horas el hombre regresó con una sonrisa en los labios y con la mirada desconcertada.  Sin reparar en su presencia, se dirigió hacia unos clientes y les pidió que abandonasen la tienda. Cuando se fueron, cerró la puerta con llave. Ella no se movió a la espera del siguiente paso.
El hombre se quedó unos segundos más al lado de la puerta, con la mirada puesta en el gran ventanal. Violentamente se dio la vuelta y se dirigió hacia Ella. La hizo un gesto con la mano para que le siguiese y los dos se dirigieron hacia la puerta misteriosa. Cuando entraron lo único que vio fue un pasillo muy largo en penumbra. Atravesaron todo el pasillo hasta llegar a unas escaleras muy estrechas que descendían a un sótano. A pesar de sus sentimientos de terror, el sonido de sus zapatos rojos al andar denotaba seguridad.
Cuando descendieron todas las escaleras, llegaron a una nueva habitación. Ella se quedó totalmente impresionada al ver aquella imagen. Había numerosos objetos de coleccionista de las culturas celta y egipcia. También había espadas medievales en las paredes. Era una estancia bastante amplia, y en una de sus paredes había una gran biblioteca con libros muy antiguos. El hombre se acercó a aquella biblioteca y cogió un par de libros.  Nuevamente la hizo un gesto con la mano, y ambos se sentaron en una gran mesa redonda.
-¿No sabes lo que tienes entre manos verdad?- la preguntó al cabo de unos instantes de silencio absoluto.
-No- contestó ella inquieta. El hombre la miró con incredulidad. Cogió uno de los libros, lo abrió y se lo mostró a Ella. Allí había un antiguo dibujo en el que aparecía el mismo papel rojo.
¿Era el mismo papel? , se preguntó a  si misma

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